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miércoles, 28 de mayo de 2008

Traductores invisibles

Enlazo este artículo con el que ya he escrito sobre la lista negra de editoriales. Tengamos en cuenta que los traductores somos, como ya nos han dicho miles de veces y que estamos hartos de que nos lo repitan, una mera sombra, pero lo deprimente es que somos tan sombra que la gente no sabe ni que existimos y una gran mayoría se piensan que TODOS los libros vienen ya escritos al español xD. Menos mal que APENAS nos devanamos los sesos para entregar los encargos en plazo y de una forma "medio decente" (entendido en el sentido de con las mínimas faltas posibles, por el tema de la falta de tiempo, búsqueda de documentación, y sobre todo, mucho café para sobrevivir).

Básicamente, que un libro tenga éxito en su versión española va a depender de nosotros, y a quien no le guste, que se aguante. Que cuando dices que eres traductor e intérprete ya es como si fueras un diccionario con patas, y si no sabes una palabra, tienes que estar aguantando la cara de panoli y el pensamiento interno de: pues vaya una m***** de traductor. Añadamos que nos pagan una miseria por el trabajo que realizamos en comparación a lo que ganan compañeros de profesión de otros países y el trato que se nos da (como el detalle de que en Francia cobren 18 cts por palabra cuando aquí se hacen subastas a la baja, que menuda vergüenza, o que en Francia e Inglaterra se ponga el nombre del traductor en la portada junto al nombre del escritor, y no como aquí, que si nos descuidamos, ni eso. De hecho, en Planeta DeAgostini no lo ponen ni en la carátula interna).

Con este planteamiento sobre la mesa, copio los fragmentos de un artículo perteneciente de nuevo al diario El País bajo el título Homero no escribía en español, del 28 de octubre de 2006:

La traducción es una labor invisible. Y lo es gracias a los traductores y, paradójicamente, también a su pesar. Por el lado positivo, una buena traducción hace tan poco ruido como un motor bien engrasado. Por el negativo, muchos lectores consideran que los libros ya vienen escritos directamente en castellano. Toda una paradoja si se tiene en cuenta que las traducciones suponen el 40% de la producción editorial española. A esto cabría sumar la poca atención que los críticos dedican a los traductores y lo mal que las editoriales pagan su trabajo.

[...] ¿Cuánto cobra un traductor? Aunque cada uno negocia con el editor sus condiciones particulares, la propia ACEtt tiene estipuladas unas tarifas mínimas por página que crecen en función del idioma:
  • inglés y lenguas romances, 10,50 euros;
  • alemán, rumano y griego moderno, 12;
  • lenguas clásicas, eslavas, semíticas y vascuence,
  • 13,50; lenguas orientales, 18.
Las tarifas se aplican sobre un anticipo a cuenta de un porcentaje de los derechos que produzca la obra. Dicho porcentaje va desde el 0,5% al 1% en autores con derechos vigentes hasta el 4% en autores cuya obra es de dominio público. Como explican Merlino y Gallego, los precios se organizan menos por grado de dificultad que en virtud de la oferta y la demanda. Poca gente traduce del chino o del japonés y por eso se paga mejor. "En España traducimos dos del turco", añade Rafael Carpintero (¿os suena, compañeros de tercero? Vino el año pasado a darnos una charla =D), traductor del reciente premio Nobel de Literatura Ohran Pamuk. El otro es Fernando García Burillo, responsable de Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Desde Estambul, en cuya universidad trabaja desde hace veinte años, Carpintero subraya que más que el trato de las editoriales le duele el maltrato de la crítica literaria. Y donde dice maltrato debe decir silencio: "Nos ignoran. Si una traducción es buena, los críticos no dicen nada. Si es mala, se despacha de cualquier manera sin entrar a mirar el original. En España no se hace crítica de la traducción". En esto coinciden todos los traductores, que durante años enviaron una flor a los críticos que se ocupaban de su trabajo y un cardo al que no. Ya se han cansado de hacerlo. "Somos invisibles", insiste María Teresa Gallego. Es una pescadilla que se muerde la cola. El crítico no se ocupa de las traducciones y el lector medio no tiene conciencia de que los libros se traducen, de ahí que no considere la traducción como un factor importante a la hora de comprar un libro. "La consecuencia", concluye Gallego, "es que, como no se trata de un factor comercial, el editor no invierte en traducción. No es cuestión de vanidad ni de salir en la cubierta junto al autor, que pocas veces salimos, es una cuestión de dignidad laboral. El día en que las traducciones influyan realmente en las ventas, los editores las pagarán dignamente. En algunos casos parece que se hace un favor a los que empiezan dejándoles traducir".

En España nadie vive de la traducción. Todos los que se dedican a ella son además profesores, editores, funcionarios o intérpretes. Sucede incluso con las lenguas en expansión. [...] Puede que en Francia la traducción no esté mejor pagada que aquí, pero allí, al menos, da prestigio. Aquí no da ni prestigio. Al traductor no se le considera, no se le reconoce su labor. Para colmo, en ocasiones se sigue traduciendo a los autores orientales a través de un tercer idioma porque hacerlo directamente es más caro y más lento". Fue el caso de Gao Xingjian, Nobel chino en 2000 al que Ediciones del Bronce prefirió traducir del francés para aprovechar rápidamente el tirón del premio. También fue, más recientemente, el caso de la japonesa Murasaki Shikibu, una clásica de finales del siglo X cuyas historias de Genji conocieron el año pasado sendas versiones simultáneamente en Destino y Atalanta. En ambos casos las traducciones se hicieron a partir del inglés.

[...] Para Mario Merlino, no habrá verdadera historia de la literatura en español hasta que no se reconozca la aportación de las traducciones. Y no necesariamente las hechas por escritores, que en ocasiones tienden a meter excesivamente su cuchara en el texto ajeno. El caso de Borges está en boca de todos. "La traducción no es una tarea artística sino científica, como mucho, una artesanía", sostiene Carlos Manzano, que añade a su rigurosa lista negra de artistas traductores a Carmen Martín Gaite. Y que concluye: "Antes de la era de las imágenes en la que vivimos, la gente que no podía ir al Prado sólo tenía acceso a los cuadros a través de copias. Para el que no tiene acceso a un idioma, el buen traductor es un copista en el Prado, o un experto que dice si un cuadro está limpio, pero no es Picasso pintando sus propias Meninas". ¿Y qué es un buen traductor? Todos dudan. María Teresa Gallego apunta: "El que hace propio un libro y luego lo vuelve a escribir en su lengua, el que encuentra en la lengua de llegada recursos equivalentes a los de la lengua de partida, el que produce en el lector español el mismo efecto que el libro original produce en un lector de la lengua original".

JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS

Si queréis leer el artículo íntegro, podéis hacerlo en este enlace: Homero no escribía en español

O bien descargarlo en pdf desde Acett: www.acett.org/documentos/20061028babelia.pdf (tendréis que copiar la dirección en la barra de direcciones)

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